Metodología

En los últimos años hemos sido testigos de tres cambios progresivos que se han dado en las aulas: pizarra tradicional, pizarra digital, pizarra digital interactiva. En algunos casos, sin embargo, se ha pasado directamente de la pizarra tradicional a la pizarra digital interactiva, sin reflexionar suficientemente sobre los beneficios que reportaba la introducción de estas nuevas tecnologías, trasladando el uso de la pizarra tradicional a la digital, sin cambios en la forma de hacer y de enseñar.
La incorporación de las TIC a las aulas implica una actualización en la formación del profesorado, que aunque lenta, se ha ido produciendo de forma progresiva.
Por primera vez, no hace muchos años, a los centros escolares comenzaron a llegar videoproyectores (también llamados cañones), a éstos les acompañaba, en algunos de los casos, portátiles u ordenadores. En muchos casos se instalaban en salas específicas y/o en otros lugares comunes. En otros casos, los que tenían más suerte, conseguían tener una de estas dotaciones en sus aulas como un recurso más de las mismas.
Lo que empezó siendo un recurso útil para la proyección de películas, documentales y otras posibilidades se fue completando con otras herramientas que progresivamente se iban incorporando (según necesidades, dotaciones y sobre todo buena voluntad e imaginación). Pronto, la imagen, enriquecida con el diseño de algún programa de uso cotidiano y otros característicos de áreas específicas, se proyectaba sobre una pizarra blanca, superficie en la que tradicionalmente se había pintado con rotuladores cuya tinta posteriormente se podía borrar. Sin duda se trató de toda una revolución A este procedimiento se le denominó en algunos foros Pizarra Digital[1].
A continuación aparece un nuevo término que aporta características revolucionarias hasta ahora: interactiva. Una nueva herramienta llegaba a los centros.
¿Qué avances aporta? ¿Qué diferencias existen con la pizarra digital a secas? Sin duda la diferencia se encontraba en la palabra interactiva. ¿Qué significa realmente? Un progreso tecnológico que ofrece una superficie viva en la que se puede escribir, dibujar, borrar, incorporar sonidos, imágenes, navegar...una superficie con interactividad que potencia la comunicación y ofrece nuevas posibilidades.
La superficie blanca, que había sido verde durante muchos años, pasó posteriormente a un blanco plastificado donde poder escribir con un rotulador y borrar, ahora ya estaba preparada para entrar en el proceso de la comunicación con el lugar y los asistentes donde se instalaba. Establecía conexión con el ordenador que interactuaba, con el emisor que informaba y comunicaba y con el receptor que recibía las diferentes informaciones que hasta él llegaban y adoptaba distintos perfiles. La pizarra se había convertido en una ventana al mundo exterior, una ventana al mayor canal de información jamás pensado, en cuanto tiempo de actualización y cantidad de datos. Un lugar soñado por intelectuales, filósofos, escritores y por supuesto docentes, un territorio llamado Internet, donde esa comunicación y esa información no tenían barreras ni límites, tan solo los de las limitaciones que nosotros le quisiéramos dar.
Una vez la PDI en las aulas, incluida como un recurso más dentro del el proceso de enseñanza- aprendizaje, se plantean nuevos e importantes retos. Los retos que nos han de motivar, como docentes, son los retos pedagógicos. Desde hace ya algún tiempo, la incorporación de las Tecnologías de la Información y la Comunicación ha sido y es uno de los mayores desafíos del sistema educativo. Hemos pasado de "aprender informática" a "aprender utilizando las herramientas informáticas" es en este contexto donde la PDI ayuda en ese proceso educativo, a su vez sirve como vehículo de comunicación e intercambio.
Los avances en este sentido son enormes debido a la cantidad de recursos que tenemos a nuestra disposición para utilizar la PDI, aunque corremos el riesgo de utilizar una metodología pasiva, donde los roles docente, alumnado y contexto educativo sean rígidos e inamovibles. Como docentes debemos aprovechar las nuevas posibilidades que aportan las tecnologías para innovar y dar un paso más allá en nuestra forma de trabajar.
Puestos a incorporar la PDI en las aulas, hemos de definir que cual es la mejor forma de hacerlo, desde explicar o mostrar un contenido, a diseñar una actividad o proceso educativo, es decir, definir la metodología que vamos a utilizar en nuestras aulas con las TIC y más concretamente, utilizando la PDI.
La utilización de la PDI debe suponer un cambio metodológico en el aula y que debe venir reflejado también en las programaciones del curso así como en el proyecto educativo del centro.
Para comenzar a definir la metodología hemos de tener presente la relación existente entre los objetivos que se desean alcanzar, los materiales y recursos de que disponemos y las diferentes estrategias de enseñanza. Siguiendo en esta línea, serán estrategias efectivas para el proceso de enseñanza aprendizaje con la PDI, aquellas que:
-
Definan y presenten claramente los objetivos y la importancia de adquirir los contenidos que llevan asociados.
-
Sean capaces de motivar y despertar el interés del alumnado mostrándole los aspectos claves y la solución que ofrece a problemas reales.
-
Proporcionen la posibilidad de participar activamente en el proceso de enseñanza aprendizaje, siendo el alumno/a el que dirija y planifique este proceso.
-
Faciliten la interactividad y el "aprender haciendo" sobre otro tipo de estrategias.
-
Se tome en cuenta los conocimientos y experiencias previas para resolver las tareas propuestas, induciendo a la mejora de habilidades útiles para su vida.
-
Considerar problemas o situaciones reales como punto de partida implicando al estudiante en las mismas, y estableciendo lazos de dependencia sobre ellos.
-
Ofertando la posibilidad de expresar sus ideas y compartirlas, creando espacios apropiados para ellos.
-
Mostrando las herramientas más apropiadas para cada una de las tareas, facilitando aquellas que se ajusten y que les proporcionen un feedback constante e inmediato.
Teniendo todo ello presente podemos encontrar dos formas de trabajo distintas:
-
Trabajo autónomo, donde es el alumnado quien toma la iniciativa, diagnosticando sus necesidades de aprendizaje, formulando metas de aprendizaje, la identificación de recursos y materiales necesarios para desarrollar la tarea, la elección de las estrategias más adecuadas y la evaluación de los resultados.
-
Trabajo colaborativo o en grupo, donde todos los miembros del mismo tienen un objetivo común. Cada uno de los miembros aporta e intercambia información y participa activamente en la toma de decisiones y/o la solución de problemas. Se favorece con este tipo de trabajo la interacción entre todos los miembros, la temporalización y distribución de roles dentro del grupo, el intercambio de información, documentación e intercambio de ideas dentro del grupo, y finalmente la recapitulación de las ideas trabajadas después de un proceso de creación, discusión, maduración y concreción.
[1] El profesor Pere Marqués de la UAB fue uno de los primeros en acuñar este término, que aún se utiliza y sirve como referencia de gran importancia.